LA NIÑA CON LA INVESTIDURA DE HIERRO


En un camino iba una dama de hierro, tenía una armadura hecha de metal brillante que protegía cada una de sus débiles partes, la dama luchaba entre los guijarros del camino, los cortaba, pero las espinas rayaban el metal, cada vez que esto pasaba, le ponía un parche y lo pulía.

Seguía caminando por el sendero lleno de piedras, sus botas estaban abolladas de caer y levantarse, se sentaba en el camino, ponía parches en ellas y las pulía, la armadura cada vez pesaba más, crecía mas, se movía menos.

Un día, cuando encontró un lago, quiso agacharse y no podía, el pesado hierro le impedía llegar al agua, entonces empezó a quitarse parte por parte, la armadura gruesa había cargado a su cuerpo tanto peso que había olvidado vivir sin ella.

Cuando terminó tal difícil tarea, había caído la noche,  se sentía cansada de tanto trabajo, primero de curar la armadura y ahora de quitar los pedazos.

Caminó hacia el agua, asustada de sentirse indefensa, la luna alumbraba su figura, vio su reflejo en el lago que parecía un cristal, era una niña, con piel suave y ojos tristes.

Nunca cambió, nunca perdió su mirada, seguía siendo esa niña, dentro de su investidura de hierro.

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